Deventer(2) Zutphen De Hoge Veluwe Deventer(3)
Bueno, llevamos un día bastante tranquilo. Por la mañana se han ido nuestros vecinos eslovacos. La única diferencia en el desayuno ha sido que nos han puesto huevos duros para desayunar, y no pasados por agua, como siempre. Pues nos hemos preparado y, como sabíamos que en el pueblo del terror (uséase, Deventer) había mercado, hemos osado volver a adentrarnos en sus recovecos. Eso sí, hemos aparcado en el mismo sitio. Ya sería mala ostia volver a perder el coche. Hemos visto el mercado (que no es que tuviera mucha variedad, la verdad); yo he comprado unos bulbos de tulipán morados que le voy a regalar a Sonia, y hemos seguido dando paseíllos. Nos hemos ido al otro coffe y nos hemos conectado un poco a internet para enviar mensajes. Además, hemos pillado Santamaría y White Widow. Como ya hemos tenido suficientes experiencias (por ahora) en Deventer, nos hemos ido a otro pueblillo que la guía de Soni decía que era pintoresco. El pueblo se llama Zutphen. |
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Al llegar al pueblo, lo primero nos hemos ido a comer. Hemos pasado del fantástico mundo del shoarma, atravesando el maravilloso mundo de la pizza, hasta el sorprendente mundo de los Pannekoekek. Nos hemos puesto ciegos a comer. Hemos deducido que posiblemente pimiento se dice páprika en holandés, y hemos hecho un poco como ayer: dos saladas y una dulce. En realidad, Frank quería toda la dulce para él, pero al final Soni y yo le hemos convencido de que compartir era hermoso. La dulce era de manzana, y en general eran bastante distintos a los pannekoekek de ayer. Una vez comidos, Soni intentó encontrar unas zapatillas para comprarse, y yo entré a echar una miradilla a una tienda de compacts. En general, los precios son muy similares, pero aquí hay menos ofertas. Los compacts de BSO valían por ejemplo del orden de 4.000 pesetas. |
Seguimos caminando y descubrimos otro mercadillo, pero este era más curioso porque también se ponían chavalillos con sus rollos (juguetes, cuentos...) y se vendían otras cosas como cafeteras, tostadoras, etc... de segunda mano. Cuando conseguimos reponernos, dimos otra vueltilla y encontramos un traje de piedra por ahí tirado. Frank intentó ponérselo, pero no hubo forma. Soni si pudo, porque era de su talla, y yo sólo pude ponerme la cabeza, pero no las mangas. Las fotos lo demostrarán. |
Hecho todo esto, nos despedimos de Zutphen y nos fuimos a un parque natural. De camino al parque, que se llama De Hoge-Veluwe, pasamos por mogollón de pequeñas aldeítas bucólicas, de esas que parece que sólo existen en las películas.
Pues como ya eran las 5:00 pagamos tarifa reducida (5 florines por barba), cogimos la bici que nos correspondía (de estas vacaciones al tour de Francia, fijo) y nos encaminamos a un lago que había a 4 kilómetros. (Hombre, hicimos alguna paradilla). Pasamos por un sitio totalmente descampado en el que había arena, y luego había como microecosistemas dentro del propio parque. Tan pronto ivas por sitios hiperverdes y llenos de árboles, como por otros sitios que parecían estepas siberianas. |
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Nos encaminamos a lo que los carteles llamaban centrum en busca de algo para beber. Eran otros 4 kilómetros que hicimos suave suave. Bueno, en realidad había varios tipos de sendas: unas de coche, otras de bici, y dentro de las de bici había rojas, amarillas y normales. Las rojas y amarillas costaba un huevo ir por ellas, porque tenían mogollón de piedras y nuestras bicis eran de las de paseo, y ni marchas ni ostias. Por no tener, eran de las que ni siquiera tienen frenos... De vez en cuando Frank, que iba en la cola del pelotón, nos daba algún susto. Tu ibas andando tranquilamente, y oías un alarido a tu espalda. Frenabas la bici esperando ver a Frank pegado a un árbol o espatarrado en la carretera y, de repente, lo veías venir diciendo... Salida de pista, pero me he vuelto a meter. Ante esto, Sonia dijo que quería tenerlo delante para tenerlo vigilado, y nos repartimos las distintas posiciones. El centrum era una mierdilla. Había un restaurante, una especie de sala de exposiciones, y los toilets, con una fantástica fuente para beber agua al lado. Estaba todo txapado salvo el toilet y la fuente, y mientras bebíamos vimos un pájaro mogollón de extraño, de colores (respecto a los que solemos ver por ahí, claro). Una vez saciada nuestra sed y necesidades, ya eran las 7:30, y a eso de las 9:00 txapaban el parque, así que suave suave nos encaminamos hacia los 4 kilómetros que nos faltaban para retornar al coche. A mitad de camino, Sonia paró para ponerse un jersey, y vio un jabalí. Bueno, en realidad lo vieron dos bicicleteros holandeses que la avisaron. Nos llamó y le vimos allí parado, observándonos. Era un flipe, bastante grandecillo. Le debimos aburrir, porque se largó. Pero bueno, podemos decir que vimos algún animalito y todo. Conseguimos llegar sin mayor problema a eso de las 8:00 a la entrada del parque, nos pillamos el coche y decidimos largarnos a un pueblito llamado Hoenderloo para parar a cenar, y luego seguir de nuevo a Deventer a tomar el último pote antes de ir a dormir. Antes de salir nos dimos unos cuantos tragos de kalimotxo que teníamos en el maletero. Ah, claro, eso no lo hemos comentado. En la anterior casa, la última noche, mezclamos kalimotxo para bebernos, pero nos entró sueño y sobró mogollón, que ha permanecido en nuestro maletero a la espera de un mejor momento. Hoy ha sido ese momento, porque nos ha sabido que te cagas. Pues eso, llegados a Hoenderloo paramos en una especie de asador a cenar. Suerte que el tío hablaba algo de castellano, porque la comida sólo estaba en holandés y no entendíamos ni papa. Soni se pilló un bistec con pimienta, y Frank y yo costillas. Estaba todo muy bueno. Las costillas estaban dulces, sospechamos que por la salsa de barbacoa. También nos sacó de entrante coliflor (que se comió Sonia) y patatas fritas con salsa tártara (de la que comimos todos). De postre nos tomamos café con un txupito de licor de café. Qué rico que estaba el txupito, madre mía. Le habían echado un churretón de nata por encima que ni siquiera parecía de la montada artificial normal. Ya mogollón de llenos nos fuimos a Deventer. Frank estaba muy, muy flojo, así que decidimos tomar un par de potes. Por cierto, en la cena Soni y yo nos tomamos una copa de vino sudafricano, que tenía 13 grados, pero que estaba muy rico, muy suavecito. Se llamaba Landrust, cosecha del 2000. Pues retornamos a Deventer, aparcamos en el sitio de siempre, y nos dispusimos a buscar un coffeshop nuevo, ya con las direcciones sacadas de Internet. Bueno, pues somos unos cegatones, porque al lado del bareto heavy al que fuimos ayer estaba el coffeshop sunrise. Este ya era bar, bar comparado con los otros. Había un loro estridente que lanzaba graznidos de cuando en cuando, y el tío de la barra nos intentó tangar pasta, pero Soni fue más lista y se dio cuenta. Si es por Frank y por mí fijo que ni nos enteramos. Pues eso, que nos tomamos un pote, pillamos B-52 y nos fuimos a despedir del Freak brothers, nuestro coffe medio ilegal. Como curiosidad, en el Sunrise ponía un cartel luminoso en donde decía algo así como que el coffe estaba autorizado. Bueno, nos vamos sin saber qué coño pasa en este pueblo con los coffe-shops. Qué le vamos a hacer. Pues una vez tomado ese último pote, conseguimos llegar por una vez al coche sin ningún incidente, y nos fuimos al hogar, dulce hogar. Hicimos nuestra parada del petilla y entramos a nuestras non-smoking bedrooms. Un poco de tele y nada, fin del día. A sobar. Bueno, espera, anécdota justo antes de llegar a la casa. Cuando ya estábamos entrando en nuestra granja, a Frank le pegó un ataque de olfatosis. Empezó a decir que en el cartel de la casa deberían haber puesto un culo, y le entró un ataque de risa, que nos lo contagió a las dos. Casi no conseguimos entrar, porque Sonia tuvo que pararse. Frank me dice que comente que la granja olía mogollón a mierda de vaca, pero Sonia y yo decimos que sólo olía en la entrada. Luego en las habitas y en donde salíamos a fumar no olía. Bueno, donde fumábamos igual un poco, pero desde luego no mucho. |