Domingo, 13 de Julio

Volver a la ciudad

Nos levantamos a eso de las 9 de la mañana y salimos pitando del Annabel Youth. Hoy tocaba turismo activo de pateo, así que nos dispusimos a ver el partenón y hacernos una idea general de la ciudad. Primero nos fuimos a desayunar a una placita que había de camino, llena de palomas; y nos tomamos un café con leche fría, que se ha convertido en mi bebida griega por excelencia: está que te cagas. Si lo quieres sin leche tienes que pedir un expreso frío. Nos metieron una ligera clavada (creo que seguimos la línea de 2 euros por café), y nos untamos bien de protección para ir a la acrópolis.

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Nos levantamos y continuamos por la calle Atenas derechos hacia el partenón, que ya se divisa al fondo. Previamente atravesamos los mercados de carne, pescado y fruta que se encuentran a ambos lados de la calle. Comenzamos a subir hacia la acrópolis: al principio nos equivocamos al dirigirnos a la izquierda creyendo que por ahí se entraba, pero no, era en sentido contrario. Al menos alcanzamos un montículo desde el que tuvimos una impresionante primera vista del masificado mondongo de casas blancas que es Atenas.
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Al fin llegamos a la entrada al conjunto histórico (llenísima de guiris, por supuesto), y gran alegría nos supuso percatarnos de que mostrando el carnet ISIC y el DNI la entrada... ¡era gratuita! (Igor palmó 12 euros irremediablemente).

    En la acrópolis, una visión mas completa de Atenas 360 grados en la que incluso se divisa el Pireo (principal puerto de comunicación via ferry con las islas).

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En lo mas alto y según asciendes por unas escaleras a la izquierda, se ve el templillo de las hermosas cariátides, mujeres que hacían las veces de columna. Cuenta la historia que representan a las mujeres entregadas tras la derrota de un pueblo que traicionó a Grecia. Y a la derecha, por supuesto, el “gran partenón” o super templo.

   
Tras él, el museo que recoge esculturas y frescos de los alrededores para que podamos verlos más de cerca. Algunos son completados con recreaciones, como los frescos. Y decir que Inglaterra debe tener en su museo mogollón de cosas robadas a los griegos cuando estaban bajo ocupación turca.

     Tras las fotos de rigor, decidimos bajar hacia los teatros, que hay dos: Uno aún lo usan, mientras que el otro está bastante machacado.

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    Rodeando la acrópolis visitamos el Ágora, que es el lugar en donde el pueblo se reunía para tratar de temas políticos.
    Es como un gran jardín con pequeños recodos para charlar, incluso hay piedra del orador. Seguidamente nos salimos del recinto y nos dirigimos al barrio de Plaka, a la falda de la acrópolis. Se me ha olvidado decir que desde lo alto de la acrópolis, los cinco tuvimos una interesante charla reflexiva histórico-filosófica.

En Plaka comimos en una de las mesitas que están pegadas a la calle. Eneritz y Fran probaron feta con tomate y pimienta, y nosotros tres ensalada con mussaka y fruta. También probamos souvlaki, que son una especie de pinchos morunos no picantes y con la carne algo más dura.Luego, como diría Noe, nos arrastramos hasta el principal parque de la ciudad donde nos sentamos y charlamos de la carestía de la vivienda, de la medicina alopática y la homeopatía. También fue una interesante charla.

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Si es que no hay nada como conocer gente nueva en viajes culturales para adoptar nuestra pose garciniana, cigarro en mano, y debatir sobre los misterios de la vida y la subida ( o sea, la vida de desarrapados errantes que llevamos dos semanas adoptando. ¡ja!). Volviendo al tema, en el parque había estanques con tortugas gigantes, peces naranjas y carpas. Allí había un niño griego que nos mandaba besos (que creo recordar que se decía algo así como “Plokis”, en base a lo que decía la abuela).

Una vez fuera del parque, al pasar por una plaza, oímos música y vimos un tumulto que resultó ser una concentración de kurdos, con banderas y fotos de Ocalan, que bailaban de una extraña forma dando palmas entre sí. Sus rasgos faciales eran comunes a casi todos: cejijuntos y de amplias frentes. De repente descubrimos a los cuatro biólogos de Donosti, que nos contaron su apoteósica llegada a la ciudad.

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    Una vez culminado nuestro cultural día, Fran nos recordó que había visto una cocinilla en el hotel, así que fuimos a un súper a comprar espaguetis, tomate, galletas de chocolate parra el desayuno, y una botella de vino tinto a la cual Eneritz y Fran nos invitaron.
    Así que volvimos al hotel, nos dimos una ducha, hicimos una breve conexión con una peña española que allí había (eran cuarenta y la madre: los había de málaga, de Bilbao, de Gerona... todos juntos). Y nos comimos un pedazo plato de espaguetis. Ya con la tripa llena y cansados de tanta actividad, nos fuimos a dormir.

Opinión general de Atenas: a mí personalmente sí que me ha gustado, pero porque iba con muy poca ilusión. No parece una capital: no hay tanto caos como en otras ciudades en las que hemos estado, y la acrópolis era una especie de zona verde en medio de la ciudad. Y encima en un alto, que te permitía verla con más perspectiva. Las distancias son cortas, todo lo hemos hecho andando y sin demasiado cansancio. Vamos, que como conclusión general, me parece una ciudad digna de ser vista. Además, es la ciudad de los estudiantes. ¡Por fin hemos amortizado el carnet!

 

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