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Bueno, pues hemos conseguido llegar a Goreme. El viaje ha sido doloroso, pero sólo en su justa medida. He sido capaz de dormitar unas dos o tres horas, y llegamos allí a eso de las ocho de la mañana. |
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La guía Lonely planet era la que nos había llevado a ese pueblo y no a otro; y la guía también decía que el hotel favorito de los mochileros era el Köse Hotel. Así que como la guía es nuestro oráculo, y nosotros sus serviles monigotes, fuimos allí como pollos sin cabeza en un estado semicatatónico. Y... ¡¡oh, sí!! Maravilloso hotel, maravillosa piscina, maravillosos batidos, ¡¡maravilloso precio!! |
El truco estriba
en que arriba en la azotea han puesto un tejado con cristaleras y han llenado el suelo de
colchones. Por dormir ahí te cobraban 5 millones (unas 500 pesetas). Visto lo visto,
allí nos quedamos, y lo primero que hicimos, tras tomar nuestro té de manzana de rigor,
fue subir a nuestro habitáculo comunal. Nos dejamos caer en los colchones, y allí estuvimos hasta las dos de la tarde, tratando de recuperar nuestros maltrechos cuerpos. |
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A esa hora, el hambre pudo al cansancio y bajamos a comer. Ah, y olvidaba decir que al llegar a las habitaciones conocimos a Mario, un chico majete de Valladolid que estaba en el Cairo y que había subido a la Capadoccia desde el Líbano y Siria. Como andaba pillado de tiempo, se había pedido un tour para ese día, pero para el siguiente quería explorar las cercanías de Goreme en bici. Quedó que ya nos contaría su experiencia en el tour por la noche, y nosotros que nos íbamos a animar también el día siguiente a la idea de las bicis.
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Bueno, pues vuelvo a nuestra comida. Devoramos hambrunos una hamburguesa y un batido (Diosss, valía solo 1 euro y llevaba helado, me relamo cual gata famélica al recordarlo), y tras una breve parada en nuestra mesa baja con cojines en el suelo, siguió la próxima e inevitable parada: ¡¡nos vamos a la piscinaaaa!!Y así transcurrió nuestro día de recuperación de fuerzas. Nos bañábamos, nos secábamos al sol, y nuevo baño. La verdad es que no hacía tanto calor como pensábamos: en teoría en esa región no es raro plantarte en los cuarenta grados. Sin embargo, si te quedabas en la sombra mojado, hacía bastante fresco. Mario volvió cuando retornamos al gran dormitorio a vestirnos, y nos dijo que el tour había sido un foul, que había estado casi más en la tienda de cerámicas que en la ciudad subterránea, que les habían llevado a un lugar casi igual que el resto para decirles que allí se habían rodado escenas de la última película de la guerra de las galaxias; y que, en conclusión, no merecía la pena. Así que nosotros decidimos ver las cosas por nuestra cuenta. Había un alto desde el que ver Göreme, así que allí que nos fuimos a ver el anochecer. Eran alrededor de las ocho de la tarde, y si subíamos más tarde, ya no habría sol que ver. Tratamos de atajar por algún caminillo de tierra, y encontramos allí a un tipo recogiendo albaricoques de un árbol (no era campesino, estaba birlándolos) y que nos dio uno. Bueno, en realidad, a mí me dio dos por llevar mi camiseta con la bandera turca. |
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Al fin llegamos a nueustro destino y allí nos encontramos con Mario. Fue un buen lugar para tener una visión global de Göreme. Precioso, la elección del pueblo fue plenamente acertada. Habría muchas casas excavadas en la roca, distintos colores en las piedras, todo casas bajitas... vistos algunos otros pueblos de alrededor, mucho más orientados al turismo, es lógico que los mochileros se decanten por este lugar. Sacamos alguna foto, hicimos buenas migas con un perro mimoso que intentaba restregarse contra nosotros, y volvimos a descender la colina pensando en cenar algo. Primeramente nos fuimos a reservar las bicis, y tuvimos que dar una señal. A continuación, fuimos los cuatro asomando la cabeza por los distintos chiringos y vimos que el precio mas barato eran 5 millones, 5 millones y medio... por pizza y ensalada. Recordamos entonces que habíamos visto un cartel en nuestro hotel por el cual la cena de dos maravillosos platos locales costaba cinco millones, así que vista la escasa oferta, volvimos a nuestro hotel. Sin embargo, descubrimos que para poder cenar allí, tenías que apuntarte en una lista antes de las 7.30 de la tarde, porque si no, ya no podías cenar. Así que volvimos de nuevo a los garitos con la intención de cenar en el hotel al día siguiente. Así, finalmente, nos pillamos para compartir dos menús de 5 millones, que consistían en un yogur que se llamaba Ayram que dejaba regustillo a queso filadelfia, 5 o 6 pedazos de pizza turca y una ensalada; y otros dos de 5,5 que tenían sopa, moussaka y una ensalada. Una vez cenados y dispuestos a arrasar con las bicis al día siguiente, nos volvimos al hotel a dormir. Tras este día de necesario descanso, mañana empieza nuestro verdadero tour por la Capadoccia.
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