Lunes, 14 de Julio

Volver a la ciudad

 

Vaya horrible noche de calor. Nuestro torreón ha ido acumulando vapores, toxicidades y calor humano en general, y esta noche ha sido mucho más dura que la anterior. Nos hemos levantado a eso de las 10.30 de la mañana, y lo primero ha sido ir a hacer la prenotaccione para el tren de Kalambaka. El tren no salía del mismo sitio que nos había dejado: había que ir a una estación que estaba a unos 500 metros, y allí había una cola bastante interesante. Así que Fran y Eneritz fueron mientras tanto de nuevo a la plaza Omonia, a buscar la oficina de información para conocer los horarios de los ferrys.

Una vez conseguido nuestro billete, nos desayunamos un café frío en el bar de la estación, en donde nos clavaron 2,20 euros (seguimos con las clavadas cafeteras). Hecho esto, nos fuimos a Omonia, al bar de la esquina en donde habíamos quedado con los ermutantes; y juntos de nuevo nos encaminamos a comprar el papeo del día. Pasamos por mercados de pescado y carne, donde lo que más me llamó la atención fue el mísero tamaño de los pulpitos que allí vendían, e hicimos la reserva en el hotel de Meteora telefónicamente. El sitio era el Giorgios Totis, y aunque no entendimos bien el precio, dado que normalmente en Italia nos volvíamos locos para encontrar un sitio libre, siempre que sea posible trataremos de reservar telefónicamente.

Como finalmente nos sobraba tiempo, entramos en un garito internetero con fantástico aire acondicionado y nos comunicamos con el hogar. Oooh, que lejos nos queda.

Finalmente volvimos al Annabel Youth Hostel a coger los bultos y descubrimos que nos habíamos dejado la cámara de fotos colgada de una silla durante la cena del día anterior. Menos mal que nuestro amable casero nos la había guardado (¡uff!).

Y así, los cinco juntos por última vez (o tal vez no, recordemos que nuestros caminos pueden volver a cruzarse); nos encaminamos cada uno a nuestra estación correspondiente para seguir con esta ruta loca, loca, loca... con su loca realidaaaaad). Allí nos despedimos y nos montamos en nuestro tren hacia Kalambaka.

Al lado de Juan iba sentado un viejillo que había estado en Alemania, y en los dos asientos de al lado de Igor y mío había unas ancianas jroñas esclavistas que azuzaron con su látigo a Igor para que, primero, las trajera un café; y más adelante, para que les acercara las pesadas bolsas que portaban. Igor respondió servilmente (que iba a hacer el hombre) pese a que tratamos de envenenarlas con nuestras eternas galletas venecianas. Pero no, mala hierba nunca muere y la esclavitud es una realidad hoy en día.

El viaje, o mas bien el paisaje, era muy guapo.

 

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Hubo algún momento en el que avanzamos por estrechas vías y oscuros túneles. Desde nuestros riscos observábamos ciudades, valles con regadíos y cadenas montañosas. Alguna foto no se si llegará a hacer justicia. Salimos de Atenas a las 4.10 de la tarde, y para las 8.30 ya estábamos en Kalambaka.

 

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Según bajamos del tren, le preguntamos por Totis a la policía, que estaba allí apostada en la estación; y éstos nos enviaron hacia el pueblo. Algo desorientados, como siempre, avanzamos como pollos sin cabeza a la plaza, y allí vimos a un caballero parado en la carretera. Le preguntamos por Totis y... ¡sorpresa! Él era Giorgios Totisl.

 

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Nos dio una tarjetita con un mapilla para mandarnos a su hotel, y dijo que ahora subía él con la moto. Entretanto, pillamos mapas y horarios de buses en información, que estaba cerrada pero que tenía fuera montones de papeles. Y así nos fuimos a las Totis romos.
    La habitación estaba bastante bien, y nos costó 40 euros en total. El baño tenía una ducha gigante, había tele y las camas estaban guapas.
    Como el pueblo tampoco parecía tener demasiado para ver, optamos por hacernos en la habita un bocata de jamón, queso, tomate y ajo.  Una vez inmunizados contra las criaturas nocturnas que campan por estos lares (vamos, que nos echamos algo de loción antimosquitos), nos tragamos un pedazo de american pie en inglés. Con las neuronas lo suficientemente reblandecidas, ya estábamos dispuestos a dormir, y eso es lo que hicimos.

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