Bueno, pues a las 5 de la mañana, los megáfonos empezaron a repetir recurrentemente eso de Parakaló, parakaló, jroña que jroña y nos hicieron levantarnos. Creo que nos habíamos dormido a eso de las 3 de la mañana, así que estábamos completamente sopas. Recogimos todos nuestros bártulos y nos pusimos a la cola con el resto de turba de gente para bajar a las tripas del ferry, que era donde estaba la salida. La espera fue ardua, ya que no abrieron las puertas hasta las 6.05 de la mañana, así que el primer tren que sabíamos que salía dirección patrás se nos escapó por los pelos. Salimos al muelle y nos dispusimos a buscar la estación. No estaba demasiado lejos (aunque tampoco cerca, dado el peso de nuestras supermochilas), a unos 20 minutos caminando. Entramos en la cafetería y desayunamos al lado de la policía griega. Nos tomamos un chocolate por el que nos clavaron 2,20 euros, y nos comimos un donut gigante que Juan se fue a buscar a uno de los puestos. Analizando los horarios, vimos que si bien el siguiente tren a Patras no salía hasta las 12 del mediodía, a las 9 había uno que nos dejaba en Corinto, y ahí podíamos empalmar con el de las 12 y habríamos hecho el viaje en dos trozos. Por tanto, nos montamos en dicho tren para afrontar las 2 horitas que tardaríamos en llegar. Ese viaje fue un poco aventura, ya que una vez pasado el estrecho de Corinto, hubo algún problema técnico, y nos hicieron bajarnos a todos del tren. Nos montaron en un autobús que paró en dos pueblitos, y volvieron a dejarnos en una nueva estación de tren, donde nos montaron en otro tren diferente que ya nos llevó directamente a Corinto. No había demasiado afán explorador tras horas de sueño, y si bien me fui a controlar donde había un supermercado para luego comprar la comida, pronto retorné al maravilloso sofá que había en la sala de espera y me quedé completamente sobada allí. Lo mismo hizo Juan, si bien Igor estuvo deambulando en su línea por los alrededores. Nos fuimos a comprar víveres antes de montar en el tren, y lo mas llamativo fue nuestra lata de sardinas griega de marca isabel, que descubrimos que había sido manufacturada en Bermeo. Luego descubrimos que eran sardinas picantes, (ufff), y optamos por dejarlas para más adelante. Al lado nuestro había una pareja de italianos que también iba a Patras y que se cocinaron pasta en un hornillo. Sin embargo ellos, como vimos más adelante, no eran interraileros. Cuando comenzó a aproximarse la hora clave, salimos con nuestras mochilas al andén y descubrimos un mogollonazo de peña, sobre todo italianos, que también iban de interrail, y que querían montarse en el mismo tren. Pero resultó que, cuando llegó, era un tren con solo dos vagones, y parecía que no cabíamos todos. La gente griega que tenía billete estaba toda mosqueada, y la tensión se mascaba en el ambiente. Revisores y jefes de estación se gritaban unos a otros, y finalmente, dijeron que los interraileros teníamos que esperar, y que se montara la gente con billete. Nosotros, por si acaso, no nos separamos demasiado de la puerta para poder meternos dentro en cuanto nos dieran vía libre. Y resultó que lo conseguimos: nos dejaron entrar por esa puerta a 10 personas, y tres fuimos nosotros. El resto, sobre todo una cuadrilla gigante de italianos, se quedaron en tierra. Y es que claro, si no llegamos a coger ese tren, hubiera sido la cagada padre, porque ya perdíamos el ferry y teníamos que quedarnos en Patras, ciudad fea donde las haya. Nos acomodamos en nuestros asientos, al lado de dos jroñas que no paraban de hablar. Y el tren al fin arrancó. El transcurso del viaje fue como todos: cada vez más cansados, cada vez más tediosos. Queríamos materializarnos ipso-facto en milán, pero evidentemente el teletransporte aún no ha sido inventado. La única parte divertida fue cuando entró un gigantesco bicho alado y nos pusimos a jugar entre Juan, las jroñas y yo, al tenis-bicho. Era bastante asquerosillo, por lo que recuerdo. Y al fin llegamos a Patras, a eso de las 3.30 de la tarde. ¡¡Bieeeeen!! Nos encaminamos siguiendo a la multitud al embarcadero, y cuando pasamos por una oficina de la Superfast confirmamos que efectivamente valía 6 euros y que salía a las 6 de la tarde. Cuando llegamos al embarcadero, esperando a que abrieran primero la taquilla, y luego esperando a la cola para comprar nuestros boarding pass, |
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Hablamos con unas tías españolas que allí había y nos enteramos que también había otro ferry que llegaba a Ancona, que es bastante más al norte que Bari. Teniendo en cuenta que nos dirigíamos a Milán, nos dimos cuenta de que era ridículo irnos a Bari y patearnos 500 kilómetros en tren, así que nos compramos los billetes para Ancona. La única pega era que el de Bari salía a las 6 de la tarde, pero el de Ancona salía a las 8. No problem. Eran las 4, y no nos dejaban montarnos en el ferry hasta las 6, así que hicimos tiempo en los bancos del embarcadero. Sólo diré que flipé bastante con el tono que usaba la peña con la gente de la fila. Vale, se nos coló una jroña, y qué. La peña la puso a parir, con unos tonos que te cagas. Nos decían que estaban hartos de que con la chorrada todo el mundo se les colaba, y que los griegos eran unos chungos, y no se qué. No sé, supongo que cada uno recoge lo que siembra, o al menos con los griegos, para mi gusto. Tal vez no soy demasiado imparcial, porque a mí me han caído realmente bien, pero qué mas da. Pues eso, que haciendo tiempo, echamos un parchís en el que los dos infectos seres se pusieron en mi contra a saco, y mediante colaboración, me consiguieron ganar. Marcador: 4-4-3, Juan pierde. Además, me metí un rato en internet, y contesté a Eneritz y Fran diciéndoles que finalmente no nos íbamos a Eslovenia, que nos íbamos directos a Milán para estar con la amiga Sylvia y volver con tiempo. A las 6.00 pm, como relojes, nos plantamos en la puerta y subimos a nuestro ferry de ultra-lujo. Te cagas: había hasta casino, piscina, restaurante, buffet, etc... Eso sí, la lata de máquina de refresco a 2 euros, y el café a 2,20 euros (esto no es como la hellenic mediterranean lines, nuestro super-slow). Juan subía las escaleras mecánicas silbando la tonadilla de vacaciones en el mar, y eso provocó risas en las chicas que iban delante nuestro. Así que, en nuestra línea, buscamos una cubierta en la que apalancarnos, y nos sentamos cerca en una mesa. Una excursión de adolescentes había acampado cerca nuestro, y si bien al principio nos acojonó la posibilidad de que nos dieran la noche, se portaron bastante bien. Hasta que el ferry salió, hicimos varias exploraciones por el palacio de las aguas, nos fabricamos un mazo de la baraja española, y estuvimos jugando a las cartas.
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Mas que nada para no acabar arrancándonos los ojos a base de partidas de parchís, porque la tensión estaba ahí empezando a ser bastante alta. JA, JA. (me río pero es cierto, cuando jugábamos, desahogábamos todas nuestras iras y frustraciones a base de insultos y exclamaciones). | |
Nos comimos un bocata , hicimos tiempo y, cuando éstos bajaron a ducharse, pese a mi nivel de suciedad, yo me eché a dormir. Y eso, a disfrutar de mis primeras horas seguidas de sueño en varios días.
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