Martes, 22 de Julio

Volver a la zona

 

Nos levantamos a las nueve con el objetivo de dejar todo preparado para nuestra partida y largarnos a ver una ciudad subterránea.

Bajamos nuestras mochilas a la habitación dispuesta a tal efecto, desayunamos tostadas y café, y nos dirigimos a la parada del bus.

Un primer paso consistió en reservar nuestro autobús a Kusadasi, que es el sitio del que salen los ferrys hacia Samos. Preguntamos en varias agencias y, evidentemente, nos fuimos a la más barata: 25 millones. La agencia se llamaba Rent, y el bus salía a las 7.30 de la tarde.

Con nuestros billetes ya en el bolsillo, la idea era llegar a Nevsehir, y de allí movernos en otro autobús a Derinkuyu, donde estaba una de las ciudades subterráneas.

Así que nos montamos en una hacinada fregoneta que nos cobró un millón por llevarnos a Nevsehir. Allí nos encontramos con la mujer francesa y la niña que llegaron con nosotr@s a Goreme. Iban al museo al Aire libre, así que se bajaron antes.. Una vez llegados a nuestro destino, esperamos escasamente diez minutos y ya salía un bus hacia Derinkuyu. En ese bus hicimos el eterno rito de las abluciones con colonia, y en otros veinte minutos ya estábamos en la ciudad subterránea.

Justo en la entrda había un puesto vacío con muñecas turcas. Como aún no había cogido ningún regalo para el sobri, me paré a mirarlas, y como seguía sin haber nadie, íbamos a dejarlo para la vuelta cuando de repente apareció una jroña turca corriendo y comenzó a enseñarme ansiosamente las muñecas. Me decidí por una de 2 millones (200 pts.) y nos sacamos allí una foto.

 

foto156copiar.gif (149566 bytes)
folleto51.jpg (22291 bytes)
    Entonces ya nos animamos a la ciudad subterránea. Decir que, en mi opinión, merece la pena verla porque yo no he visto nunca unas catacumbas ni nada similar, pero también diré que eran bastante decepcionantes.
    El descenso tampoco era tan grande: desde la parte más baja, mirando hacia una sima que llegaba al exterior, habría unos veinte metros o poco más. Había momentos al bajar en los que tenías que adoptar una postura simiesca, o corrías el riesgo de golpearte en la chepa.

 

Como anecdotillas, decir que un guía intentó prestarnos servicio, que apareció un tío hablando castellano que comenzó a bajar su precio y nos llegó a ofrecer la chapilla por tres millones, pero nosotr@s rechazamos dicha oferta amablemente. Y también que, ya estando dentro, había unas chicas turcas con su madre y nos pidieron que nos sacáramos unas fotos con ellas. Puede que la parte del viaje transcurrido esté dotándonos de un magnetismo desconocido antes en nosotr@s.

foto158copiar.gif (187611 bytes)
foto157copiar.gif (153446 bytes)
foto159copiar.gif (169524 bytes)

Al salir nos metimos en un garito lleno de puretas que estaban jugando a las cartas, y nos pedimos dos tes. El tío nos escuchó, y a continuación nos ignoró. Cuando ya le vimos que salía del bar, tras diez minutos de espera, decidimos largarnos de allí y volver a Göreme.

Vimos además una extraña iglesia en la que no se podía entrar, y dado que en Derincuyu no había absolutamente nada digno de mención, nos aposentamos en un murillo a esperar neustro bus con una lata de fanta que hiciera más liviano el pasar del tiempo. Pero no transcurrieron mas de diez minutos, cuando el viejillo que me había vendido la lata paró un bus que no tenía la más mínima intención de pararse por iniciativa propia, y nos indicó con las manos que nos montáramos. Efectivamente, ese era el autobús a Nevsehir. Nos paramos en la misma central de autobuses, y allí nos cogimos nuestra fregonetilla hacia Göreme.

Como ya era una hora interesante, paramos en uno de los garitos de comida y  nos pedimos un Kebab, que nos tomamos relajadamente bajo una sombrilla. También nos metimos en Internet en un garito que iba super lento, y en donde Juan no pudo meterse en el suyo.

Ya hasta las 7.30 de la tarde, solo nos quedaba bañarnos, dormitar, pagar el hotel e ir a nuestro bus. Así que comenzamos a caminar hacia el hotelito y... ¡sorpresa! Aparecieron por allí los mozos de Getxo que habíamos dejado en Estambul. El día anterior nos habíamos encontrado con uno de ellos, que se alojaba en un hotel de los excavados en roca; pero los otros dos optaron por venirse al kose Hotel cuando supieron el precio y la existencia de una piscina.

Una vez conducidos donde la casera, nosotr@s nos pusimos los bañadores, me dio tiempo incluso a perder un sujetador, e hicimos varios baños con terapia combinada de ostiopatía. Vamos, que Juan y yo estuvimos tratando de ahogarnos mutuamente y nos echábamos chorros de agua con un patito de goma.

foto160copiar.gif (156969 bytes)

 

Poco a poco, fue llegando gente a la piscina, y una hora antes de las 7.30 nos dispusimos a pagar toda nuestra cuenta para poder irnos.

La cuenta fue la siguiente: seis cervezas, ocho batidos, 5 raciones de tostadas, cuatro cafés, un yogur, tres cenas, un servicio de lavandería, tres hamburguesas, y dos noches por tres personas en total. La cuenta nos ascendió a 99 millones (mas un millón de propina, había que estirarse un poco).

Todo esto, una vez pedido nuestro último batido de chocolate. Qué duras son las despedidas.

Comenzamos la espera en nuestra parada de autobús y un perro infecto me cobró 250.000 liras por mear. A mí no me hace falta el pestazo a ambientador, y manda coñas que en un país donde todo está a mitad de precio, te cobren 25 pts. Por mear. No, si en esto van a parecerse a los franceses, vaya morro.

Y así llegó, con diez minutos de retraso, un bus de nuestra compañía. En el cartel, ponía que iba a marmaris, y los del bus, además de que no hablaban inglés, no se enteraban de nada. Nos decían que ese no era nuestro bus. Así que el tío que nos había vendido los billetes saltó de su cubil, se puso a dialogar con él y, de repente, resultó que sí que era el nuestro. Y así comenzó el infernal viaje que provocaría la pérdida de mis lentillas, la pérdida de las gafas de sol de Juan, y un cierto estrés que perduró aún un par de días más.

Decir que, antes de que empezáramos a intentar dormir, charlamos un rato con una familia francesa de Estrasburgo bastante normales que estuvieron vacilándome con la cantidad y velocidad de generación de palabras que era capaz de producir. El padre debía saber algo de castellano, pero decía que no conseguía entenderme nada.

Luego, fue el cachondeo cuando los azafatos se fueron donde Juan a decirle que se pusiera los zapatos, que sus pies olían mal. Y Juan, enganchando la sandalia de una cría que iba descalza y preguntando que a ver por qué a ella no la decía nada. Entonces claro, el padre de la chavalilla comenzó a decirle algo en turco al azafato y la conclusión final fue que Juan tuvo que ponerse los zapatos, mientras que las chavalillas se quedaron descalzas. Eso le pasa por Acusica. A mí, por tocarme al lado de la ventana, el azafato no me pilló, y pude ir descalza todo el viaje.

Y nada más que decir: sí que hubo colonia a granel, pero no hubo película; y corto el relato por este día, aunque adelantaré que esa noche yo no dormí ni leches.

 

Ir al día anterior

Pasar al siguiente día