Igor se despertó a las 8 de la mañana, porque ya el día anterior había dicho que si tenía plaza ese mismo día, que se largaba ya de vuelta. Aun así, Juan y yo decidimos quedarnos un día más. Así que nos fuimos a desayunar, y a eso de las 10.30 de la mañana, nos fuimos a una agencia al lado de un centro comercial a preguntar el horario de los trenes. |
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Allí nos dijeron que a las 13.45
salía un tren a Lion, y Silvia suspiró aliviada, porque el único tren que sabíamos
fijo que salía era a eso de las 7 de la mañana, y hubiera implicado que todos nos
tuviéramos que levantar a las cinco de la mañana aproximadamente.
Igor dijo entonces que él se iba, y fuimos a Milán a llevarle a la estación. Y ya entonces, Silvia, Juan y yo emprendimos la marcha hacia Como. Nos había costado un poco salir de casa, porque el padre de Silvia se tiró media hora haciéndole planos de cómo llegar a Como. Resulta que, al pasar por Milán, el plano ya no le servía para nada, y Silvia comenzó a ponerse nerviosa, pero entre Juan y yo, mapa de Milán en ristre, conseguimos orientarla adecuadamente para irnos al lago. El viaje nos llevó aproximadamente una hora, y apenas nos perdimos. Sólo para salir de Milán, luego el camino no tenía pérdida. Lo primero que nos paramos a ver fue el pueblo de Como, que tenía un casco antiguo impresionante. Calles empedradas: iglesias, Duomo...
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No pudimos entrar en este último porque había requisitos respecto a la ropa. Como siempre, los tirantes no se consideran lo suficientemente decorosos, así que como Silvia iba en tirantes y no había niqui para prestarla, nos conformamos con la parte exterior. |
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La mía tenía un cuadro de la revolución francesa, y la señora me la acabó cambiando por una de spiderman, el primo de chacho man. Si es que soy demasiado fácil de engañar. Una vez visto todo esto, nos montamos en el coche para seguir una escarpada y estrecha carretera que iba bordeando el lago. Diré que el lago tiene forma de Y pero invertida, y Como está justo debajo de la bifurcación de la izquierda. Nuestra idea era ir a la confluencia de los dos brazos a un mirador, pegarnos un baño y, por supuesto, comer en algún sitio adecuado. Primeramente, por tanto, fuimos a comprar provisiones para comer. Primero entraron ellos en un super mientras yo me quedaba en el coche, pero salieron diciendo que era horrorosamente caro. Así que nos fuimos a otro super más asequible, y compramos queso (para no variar), embutido y pan.
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Al fin nos pillamos ya el coche y nos encaminamos hacia arriba, a buscar un lugar en el que comer. No había arcenes en los que parar, y al final en el primer sitio que pillamos un poco decente para apalancarnos, nos paramos. | |
Y es que el hambre apretaba tremendamente. Comimos al lado del coche, sentados en la esterilla y en el asiento. Comimos un melón que olía muy fuerte, pero que no sabía demasiado a melón, y un bocata de salami y mortadela con queso. Como finalmente el día era bastante bueno, encontramos un lugar en donde bajar a la orilla del lago, y decidimos ponernos los bañadores. Nos avisaron al aparcar de que el sitio ese era particular, pero cuando les dijimos que solo íbamos a bañarnos, no nos pusieron ninguna pega. Así que bajamos a una orilla, llena de piedras, y extendimos nuestras toallas. Al lado nuestro había una especie de club en el que tenían piscina, hamacas, etc... y que sobre todo estaba lleno de niños. Tiraron una pelota a nuestro paso que les devolvimos amablemente, y probamos las aguas lacustres como diría Crisis. A mi parecer, se notaba mogollón la ausencia de sal. Sobre todo a la hora de flotar, pero Juan apenas se dio cuenta. Había un tío que estaba haciendo esquí acuático, y vimos unos cuantos trompazos. Además, a cierta distancia, había una familia bañándose, y nos acercamos para que nos hicieran una foto con la cámara de Silvia. Cuando comenzó a refrescar, nos vestimos de nuevo y reemprendimos la marcha para encontrar la vista panorámica del lago Como. Entretanto, paramos a pillar unas latas para refrescarnos, y dado que había una inclinación tremenda, se nos estaba acabando la gasolina, e íbamos casi todo el rato en primera y segunda, en cuanto vimos un mirador propicio, paramos para sacar la foto de rigor. |
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Allí Juan hizo un ramito de flores para darle a la mamma al llegar, que se apocharon un poquito en el coche. Y eso, retornamos a la Milano. Conseguimos encontrar una gasolinera antes de lamentar males mayores, aunque no pudimos llenar las botellas de agua porque los baños estaban cerrados. Silvia llamó a su madre para tranquilizarla, porque parece que cuando coge el coche ella se pone bastante nerviosa; y una vez llegados de nuevo al pueblo de Silvia, paramos en el bar social a tomarnos unas cervezas. Como ya era tarde, nos llevamos la cena de la casa de la mamma a la nuestra, y allí que nos fuimos a cenar: pasta de la del día anterior y un flan pringoso pero delicioso. Estuvimos charleteando un rato de mil historias, contándola a Silvia distintas anécdotas, etc... y nos retiramos a dormir.
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