Curioso que el hotel en el que estuvimos fuera de un hombre,
cuando la que llevaba absolutamente todo (recepción, limpieza, etc...) era una mujer
indígena.
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Cachi (también
llamado Cachi Adentro) resultó ser un pueblecito pequeño, completo de gente indígena
que hablaba su propio idioma; y rodeado de un entorno natural maravilloso. Nos tomamos
nuestra estancia allí con mucha calma, no vimos en realidad nada de los alrededores. Eso
sí, la carretera para llegar aquí tenía un tramo de unos 70 kilómetros de ripio
absolutamente infernal, y entre la resaca que traíamos y tanta curva, habíamos llegado
hechas polvo. Por cierto, la bandera que ondea en el museo es la de los pueglos
indígenas, y se llama la Wiphala.
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