Como Julie, nuestra anfitriona, se iba a currar y entraba a las 8 de la mañana, nos levantamos con ella, desayunamos y nos encaminó rumbo norte. Como era muy pronto, optamos por parar en un lugar llamado Amberley que nos pillaba de camino y que tenía playa. Aparcamos de culo y, sentadas en nuestro maletero, leímos, observamos el mar, a un surfero solitario, un carromato gitano aparcado a nuestro lado, dos perros vigías, un autobús de jubiletas que recién llegó ya se fue...
Y así llegamos a Kaikoura. Al principio entramos por un lado de la ciudad y no nos dimos cuenta de que realmente el centro estaba más adelante: nos paramos enfrente del mar y allí nos comimos cordero yo y un pescado que o bien era merluza o eran cocochas de otro pescadete la Kris. Hicimos acopio de postales y de peluches e investigamos el pueblito. Llegamos a una playita de piedras donde barajamos la posiblidad de ir en avioneta a ver ballenas, pero era carísimo (al menos 100$), o sea que usamos la poca cordura que nos quedaba y decidimos dejar de hacernos las ricachonas. Aquella noche dormimos junto al mar y pillamos por internet los billetes para el ferry al día siguiente. | |
Para que se vea, la misma playa al anochecer y durante el día.
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