Como Pepe, que hasta entonces había vivido en Palmerston North, se iba a ir
a vivir a Raglan; fuimos con él allí el sábado 5 de febrero para ver una
casa. Además, ese fin de semana coincidía un festival de música Reggae al
cual no entramos por ser demasiado caro, de manera que tras ver la casa,
comer allí y fotografiarla, nos fuimos a otras playas mas al sur, como
Ruapuke beach, que era de arena negra. En Raglan vivimos el surrealismo de encontrarnos en un supermercado a un catalán y a una mujer de Ponferrada que llevaba 15 años viviendo allí. Desde luego que por la sorpresa que nos causamos mutuamente todos, no es nada común oír allí el castellano no latinoamericano. La mujer vivía en Hamilton y nos dio sus señas, aunque nunca pudimos visitarla (es que ni en dos meses te da tiempo a todo) |
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Estas son las interioridades de Lola, y la saqué al despertarme por la mañana. Así veis las vistas que teníamos: dos meses durmiéndote casi todos los días con el sonido del mar en tus oídos y viéndolo al despertarte. Al ser la costa oeste en general podías bañarte (el agua estaba fresca, pero no helada). Otro gallo cantaría en la costa este, por muy océano pacífico que sea, que estaba más fría que el cantábrico en invierno (bufff, que bárbaro) |
Nos fuimos directas al sitio del filete (en donde habíamos estado la primera vez que estuvimos allí, hacía ya como 20 años atrás) y llamamos a Pepe para que viniera a guiarnos, ya que no recordábamos donde estaba la casa. Y allí que bajó, aparcó su furgo en el pueblo con cartelitos para venderla y se vino con Lola.
La llegada a la casita, muy guapa: el día anterior tuvieron un juergón; y todos estaban de resaca.
Tenían los sofás en el jardín, y estaban allí silke, una chica alemana que se iba en breves, Claire, una tía kiwi que vivía en Hamilton que parecía una cachonda porque estaba todo el rato haciendo bromas (aunque la mitad no se las entendíamos) y un mozo majete de quien no recuerdo el nombre y que era el otro compañero de piso de Pepe. |
Tras un breve interludio musical de la perraka, las mujeres nos sentamos a hacer el vago mientras los hombres cocinaban; y nos comimos un gran platazo de espaguettis con queso rallado. Luego cháchara y, visto el ambiente melancólico-resacoso, nos fuimos a dormir.
Al día siguiente, todos los ocupantes de la casa nos fueron abandonando para irse a currar, y a las nueve de la mañana o así nos levantamos a desayunar, ducharnos y emprender de nuevo la marcha. Yo me descubrí un grano en la rodilla que empezó a crecer desaforadamente y que me estuvo luego tocando las pelotas dos días.
Luego también tuvimos algún pequeño conflicto con la llave de casa: Había que dejarla encima del marco de una puerta, pero parece ser que nos equivocamos de marco y que luego éstos no la encontraban.
Una vez adecentadas y con la tripa llena, emprendimos la marcha a Matamata, que es la ciudad donde está Hobbiton.
Este día Krispula tuvo que quitarse el anillo de jade tras una serie de maldiciones que nos acosaron sin descanso. Me explico: supuestamente el jade, si no te es regalado por alguien, da mala suerte; y Kris se compró un anillo y, mediante un fraude de superstición, quiere hacerme creer que le fue regalado por Luna. Pero yo no olvido: es una perra tramposa.
Volviendo a las maldiciones, tras levantarnos y desayunar nos despedimos de Richard y Cushla y nos motamos en Lola para subirnos a las Waitomo caves. Nos costó bastante arrancarla; pero es que Lolita había estado aprada dos días y encima habíamos andado encendiendo sus luces y la radio, y a veces nos las habíamos dejado puestas. Pero bueno, Lola fue buena y terminó arrancando. Eso sí, al pararnos en los semáforos al salir de la ciudad, al arrancar no se qué demonios le pasaba al cambio de marchas automático que no metía primera y Lola estaba a punto de calarse. Como no sabemos nada no ya de mecánica, sino tampoco de marchas automáticas, por si acaso la miramos el aceite. Pero ná, estaba un poquito bajo pero dentro de los límites. Con los dedos cruzados, nos saltamos un semáforo recién rojo-semi ámbar y dos señoras neozelandesas nos increparon cuando casi las atropellamos.
Como luego ya era carretera general, sin paradas, la batería fue cargándose y Lola dejó de ahcer ocsas raras. Y así llegamos a Waitomo, a las Glowworm caves (o "cuevas de las luciérnagas"). Yo me meaba desaforadamente, así que dejé a Kris hurgando en las inteiroridades de Lola y me fui corriendo a un báter público. De repente, tras la puerta, oí a Kris con voz cabreada diciéndome... "¿sabes lo que me he dejado en casa de Richard y Cushla? ¡¡la cámara de fotos!!" CAGADA CATASTRÓFICA. Llegadas a este punto se quitó el anillo maldito, se cagó en sus muertos y llamamos a los colegas y a Pepe para ver si podía enviarse por mensajería. La cosa es que Richard y Cushla ya se habían apercibido de la cagada y habían pensado una estrategia: un amigo suyo que vive en Hamilton la subiría para recogerla el lunes antes de subirnos a Auckland.
Un poco mas tranquilas pillamos nuestra entrada a las cuevas ya allí que nos fuimos tras tomar un colacao y un zumo.
La visita puede decirse que tenía dos partes. En la primera, el guía te explicaba en un inglés bastante sencillo y entendible temas geológicos (de formación de estalactitas/estalagmitas; sobre la parte que llamaban la catedral y que debe tener una sonoridad perfecta para conciertos y en donde encima hay una formación que se parece a un órgano con sus tubos; y sobre las luciérnagas, las estrellas de la función). Había unos niños asiáticos preguntones muy graciosos, y el guía era capaz de responder a todo. Respecto a las luciérnagas, se colocan en lugares tan oscuros que ellas parecen las estrellas. Entonces, los insectos se creen que han salido al exterior, ascienden tranquilamente y... ¡zapa! hay unos hilos verticales, a lo tela de araña, en donde se quedan enganchados y las luciérnagas se los comen. Nos enseñaron estos hilos en otra gruta y nos montamos ya en la barquita, que el tipo guiaba enganchándose a unas cuerdas extendidas a metro y medio de la superficie del agua. Evidentemente, no podías sacar fotos y, además, había que intentar hacer el menor ruido posible. El panorama: acojonante. Cientos de luces (o tal vez miles) de estrellas encerradas en el interior de la cueva. Si mirabas fijamente veías apagarse alguna y encenderse otra.
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La visita acabó y nos fuimos con buen sabor de boca de estas nuestras únicas cuevas kiwis. Raglan estaba a una hora y poco, y esta vez conseguimos llegar directamente a la casa sin perdernos ni tener que llamar a Pepe. Cuando llegamos, Pepe dormía la siesta (habían tenido juerga la noche anterior) y dos amigas suyas andaban haciendo sandwiches: Kirsty y Emma, madre de Luka. Dos tías encantadoras con las cuales a veces la comunicación era rechunga (Emma tenía un pedazo acento acojonante; y tampoco a nosotras nos entendía demasiado bien). Propusieron irse a la playa, pero yo estaba medio depre por el retorno y cansada de haber conducido bajo la tensión psicológica de la batería de Lola; así que me quedé en la casa con música del Bicho y escribiendo un emilio. Cuando volvieron, trajeron nuevos invitados: Robyn, que era otra invitada de Pepe, que se parecía un huevo a la Susan Sarandon de Thelma & Louise; y Christian y Zen, dos tipos que habían conocido en el concierto del día anterior y que habían ligado respectivamente con Robyn y Kirsty. |
Christian era un hippy fumetillo que estaba muy bueno y que era un amorcete; y Zen un Metola neozelandés hiperactivo de acento cerrado y enajenación mental considerable. Comimos pizzas caseras de masa natural (joder con el Pepe, que artista), fumamos porrete y nos retiramos cada uno a sus aposentos. Ya sólo nos quedaban dos días y uno iba a ser en ruta...
Al día siguiente, tras un desayuno complicado (porque mira
que dormimos gente allá, oyes..), nos fuimos a ver una catarata cercana, las
Bride Veil Falls. Casi tenemos de nuevo una pequeña catástrofe gasolínica
gracias a Pepe ("que sí, que os llega de sobra, para qué vais a echar ahora la
gasofa") pero tanto Lola como nosotras logramos superar la prueba con éxito. La
catarata era muy guapa: parecía el sitio del anuncio de Fa. Lástima que hacía
fresco y estaba bastante nublado....
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De allí nos fuimos a la gasolinera y al supermercado y terminamos en la playa. Pese a que inicialmente me puse en bikini, luego descubriría que hacía demasiada rasca y acabaría vistiéndome: pudimos comprobar el estilo femenino playero neozelandés, el bañarse con la ropa puesta; y observamos la constelación de cuarzo de la arena negra de Raglan.
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Luego volvimos a casa a cenar algo (una barbacoa con salchichas, verduras varias y hamburguesas vegetas) y así nos fuimos a un garaje al encuentro de los colegas de Zen y Christian. Pedazo fiesta tenían allí montada: había un bajo, dos guitarras, una batería, un saxo, yembés... y el Zen, que tocaba bien pero a un todo diferente que el resto (vamos, como que yo creo que mucho oído no tenía), la trompeta y la armónica; y también cantaba. El saxo era un tipo maorí altísimo que también tocó la armónica y cantó blues y que tenía una voz impresionante. Luego había una chica muy maja medio maorí que se llamaba Sasha.
Luka se quedó sobando dentro de Lola, y Emma tenía ganas de juerga; así que mis deseos de irme a dormir llegado cierto punto tuvieron que posponerse un poco... Conversación psicodélica de Kris con Sasha: pregunta Kris: "¿Tú estudias o trabajas?" Sasha contesta "Soy madre". Tomaaa... Bueno, pues cuando todo el mundo se fue y el propietario de la casa dio por terminado el concierto, nos volvimos a casita. Tras unas horitas de sueño, empezó a llover tropicalmente y claro, la famosa gotera de Lola empezó a caer y yo tardé un buen rato en descubrirla. Para mas inri, caía justo encima de mi bota de monte derecha. Y luego también tenía unas ganas brutales de mear, y por no calarme para ir a la casa tuve que hacerlo delante de la furgo bajo una lluvia fina que se intercaló en la gran chaparrada. Vamos, que mi noche fue bastante mierdosa. Pero bueno, llega nuestro último día de estancia: Día de depresión, bajón y tristeza melancólica profunda. Nuestras bolsas estaban hechas y Lola más o menos adecentada. Nos despedimos de toda la tropa y los tres nos fuimos primero a Hamilton a pillar la cámara de fotos de Kris y luego rumbo a Auckland...
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