Auckland

    Lo primero: tras día y medio de travesía y un cambio horario de 12 horas nada menos, conseguimos llegar a Auckland habiendo pasado por París, Amsterdam y Singapur. Hay alegría y entusiasmo, así que el viaje se hace bastante soportable...

    Una vez dormidas unas cuantas horas (y tantas que fueron, porque nos acostamos a las 5 de la tarde con la intención de levantarnos a las 7, pero nos dormimos como perras y despertamos a las 9. Kris se fue con Pepe por ahí, pero yo me quedé durmiendo y así estuve hasta las 6 de la mañana del día siguiente. Tomaaaa!!!) al día siguiente Pepe nos vino a buscar y emprendimos el camino hacia las playas del oeste. Aún Lola no había entrado en nuestra vida, pero faltaba bien poco...

Pasar a la siguiente página

Segunda visita a Auckland

     Para entendernos ahora, hay que ponerse en situación. Tras mes y medio viviendo en pueblitos y paisajes agrestes, llegada a la gran ciudad. ¡¡Horror!! Coches a saco, peña acelerada, no sitio donde aparcar, prisas, mil tareas por hacer. Vamos, un estrés de la leche. Nos metimos en el parking del centro cívico, donde nos metieron una clavada de espanto (no quiero ni recordar el importe). Encima nos meábamos muchísimo, y mira que hay báteres públicos en este país y no encontrábamos ninguno. Una vez meadas y de tó, primero llamamos a Luna y quedamos con ella a las 2 de la tarde en la puerta de su albergue, el Queen Backpackers, en Fort Street, perpendicular a la Queen, que era donde estábamos. Luego entramos a comprar nuestros últimos souvenirs (al menos los míos, basta yaaa!!) y había una tipa asiática que se descojonó viva con nosotras a base de bien, pero como luego nos hizo descuento, bienvenidas fueron sus risas.

    Luego Kris se metió a Internet y yo me fui a buscar a Luna. Entonces descubrí que eran las 3, así que bajé a telefonear a Kathryn y resultó que me dijo que bajaba a buscarnos a la galería de arte de la calle Walleslley en diez minutos. Otra vez estrés. Corriendo a uno y otro lado. Allí aparecimos y ella iba con May, una kiwi con gran acento sudamericano (es que aprendió bien castellano en Chile). Tremendo. Nos invitó a comer (no dejó pagar la puñetera) y hablamos principalmente de política (¡¡cómo no!!). Kathryn es una mujer encantadora, llena de paz interior; y que nos habló de cosas muy interesantes. Luego nos llevó a la universidad para presentarnos a un chico de origen vasco, un tal Iñigo Etxebarría (creo que la ascendencia vasca es más que evidente), que estaba allí haciendo la tesis. También estaba allí Charlie, un kiwi de Wellington afincado en Auckland con un acento vascorro impresionante. Como no sabíamos muy bien donde íbamos a dormir, aceptamos gustosas la invitación de Iñigo de dormir en su jardín, en Papakura, a unos 30 kilómetros de Auckland. Nos dio su dirección y, confiando en nuestra proverbial suerte para encontrar todo, nos fuimos a tomar una cerveza, porque teníamos un resecón de la leche.

     El primer garito que encontramos fue el Murphy, en la misma Welleslley, y descubrimos que el 17 de marzo era San Patrick. ¡¡bieen!! ¡¡juergaaa!! Planeamos la fiestilla de dos días después mientras degustábamos tres pintas, y  ya nos fuimos a Papakura. No fue muy complicado: hicimos algunas compritas y nos fuimos a la casa tras preguntar la dirección en la gasolinera y, así, conocimos al resto de la familia: Pepe, el padre de Iñigo; Fátima, su mujer; y Taani y Marko, sus hijos. Toda la familia un encanto maravilloso y gente muy interesante para charlar. También se vino Charlie, y, encima, Fátima nos hizo... ¡¡tortilla de patata!! Diosss, jamás una tortilla supo tan buena a mis papilas gustativas... Luego charlamos, y nos retiramos a dormir..

      Al día siguiente nos fuimos a la caza de la playa. Era miércoles, y por la mañana todos nos levantamos pronto por gestiones variadas. Las últimas en irnos, nosotras. Nos quedamos un ratillo con Fátima viendo fotos, hablando de Tonga... no sabíamos aún donde ir, pero Fátima nos dijo que había una playa, Maraetai Beach, que no venía en nuestros mapas pero que tenía unas vistas fabulosas. La encontramos, era justo al norte de Papakura. Incluso metimos los pinreles, pero en seguida me salí porque me picó un bicho extraño (era transparente) en la parte de atrás de la pierna. Eso sí, luego nos tiramos en la arena a charlar y vimos varias cosas considerablemente surrealistas:

viñeta

 Un rodaje: andaban sacándole brillo a un coche, midiendo la luz... cotilleamos un poco pero no grababan ná de ná.

viñeta

Un tipo y una chica, en la línea habitual neozelandesa, metieron su coche en la arena, al lado del agua, y luego no podían sacarlo. Tratamos de ayudarles, pero no encontrábamos maderas, ni piedras, ni ná.. apareció un tipo maorí gigante que trató de levantar el coche en plan Hulk, pero no pudo (no por su fuerza, sino porque la parte delantera del coche tenía pinta de ir a cascarse). Así, este tipo les llevó a buscar una grúa o algo, y nosotras nos fuimos. Y es que, después de unas horas, el sol realmente apetraba!!

    Miramos el mapa y optamos por irnos a Muriwai Beach, en la costa oeste, mas al norte de KareKare. Llegamos hambrientas y lo primero fue hacernos una macroensalada de la leche. Allí nos vino a hablar un francés con barba de ermitaño que estaba dando la vuelta al mundo y, luego, con la tripa llena, nos fuimos a tirar a la arena. Hacía un poco de fresco, pero aguantamos como jabatas. Tuvimos grandes momentos de cachondeo a cuenta de un Lauren Postigo de unos sesenta años con bañador ajustado y gran paquetón que pintaba con su pie rayas en el suelo. Resultó ser una especie de monitor de adolescentes que, en un momento dado, nos rodearon introduciéndonos en su clase. Luego nos tomamos una cerveza en un chiringo donde Luna empezó a arrojarle una pelota a un perro y luego ya no la dejaba en paz. Como ya empezaba anochecer, decidimos dar una última vuelta por la playa antes de que nos invadiera la oscuridad y descubrimos una cueva gigante que empezaba a ser inundada, porque la marea estaba subiendo. Había dos japoneses pescando con cestas, y uno se caló entera las zapatillas ante las carcajadas de los demás. Había peña haciendo Kitesurf, que es como si unas cometas ayudaran a las tablas y dan saltos por el aire. Entonces ya anocheció y nos fuimos a dormir.

    Al día siguiente despertamos en nuestra playita y nos armamos de valor para la prueba de fuego: retornar a Auckland, encontrar donde aparcar y albergarnos en el Queen Backpackers, que parecía ser la mejor opción. Luego trataríamos de pillar a Kathryn y finalmente nos iríamos a celebrar San Patrick. Todo nos fue bastante bien, porque había un parking justo enfrente al aire libre, y encima se fue un coche y teníamos sitio. el problema, como siempre, fue su precio: nos costó 30 dólares el día entero mas luego otros 10 dólares la noche hasta las 9 de la mañana.

Nos metieron a las tres en una Twin Bedroom con un colchón en el suelo, y nos cobraban como si fuera un dormitorio, lo cual estaba muy guapo para dejar las cosas cargando. Cuando fui al baño oí a una pareja hablando castellano y resultó que Luna los conocía. Estuvimos un rato charlando. Ellos venían de la India y se iban a Sudamérica, así que no querían estar mucho tiempo. Nos preguntaron por sitios para visitar, pero sin incluir la isla sur; y realmente nos pusieron en un aprieto; porque nos cuesta mucho seleccionar parajes para un viaje tan corto. Luego entramos un poco en Internete mas que nada para enseñarle a Luna fotos de nuestro clan y, finalmente conseguí contactar con Kathryn, con quien quedamos a las dos de la tarde. Como era la una y estábamos sin comer, nos pillamos sushi debajo en un puestillo. Yo me pedí el plato del día, que era un super tupper caliente con pollo, verduras, arroz y ensalada por sólo6$ y comimos a toda leche. Luego volvimos a la calle Welleslley (que pasa a ser la calle de la amargura, ja, ja...) si bien nos perdimos un poquito, y conseguimos llegar a tiempo. Esta vez, Kathryn tenía más tiempo, no tenía que volver a la universidad hasta las cinco de la tarde; y nos contó que en Auckland había 48 (o 52, depende a quien le preguntaras) volcanes; y que nos iba a enseñar los dos que más curiosos le parecían. Primero nos llevó al None Tree Hill; que antiguamente se llamaba One Tree Hill porque había un pino. Pero parece ser que un tipo maorí lo cortó por no ser una especie autóctona, por lo cual cambiaron el volcán de nombre y erigieron allí una especie de monolito. Había unas interesantes vistas de la ciudad.

   Luego nos llevó a Mt Eden, lleno de japoneses, que tenía aún mejores vistas; si bien se veía también que era un lugar de peregrinaje turístico, con mogollón de buses. Nos habló un poco de los distintos barrios: Newmarket es la zona residencial de los ricos, ya que tiene vistas al mar. Parnell, sin embargo, es de clase media, y nos dijo que había mucho ambiente gay nocturno. Todos estos lugares los pasamos en el coche, porque justo llegaba la hora punto y el tráfico se ponía imposible; así que a las 5 de la tarde nos despedimos de ella y, como teníamos un reseco muy, muy gordo, nos fuimos a asomar la cabeza a nuestro pub irlandés, que resultó que tenía mogollón de gente. Nos pidieron el pasaporte para entrar (ja, ja) y después de una cervezota rápida fuimos al albergue a adecentarnos, cenar, echar la pasta del aparcamiento de nuevo y a comenzar a emborracharnos, ya que nos pillamos una botellita de vino para comenzar la noche.

 Nos la acabamos de beber en el tejado cantando canciones en gallego, en castellano y en euskera mientras la gente nos miraba. He de decir que ya la primera cerveza, por tomarla con el estómago vacío, nos había puesto un poco; pero ya con la botella de vino nos fuimos francamente con una sana alegría etílica y ganas de comernos la noche. Llamamos Charlie, nuestro kiwi vacorro, y quedamos con él en el bar de arriba del irlandés, donde estaba con unos colegas. Éstas atacaron el black russian mientras yo le daba a la guiness y hubo algunos momentos surrealistas. Por ejemplo cuando una de las amigas de charlie, de quien no recuerdo su nombre, les pasó el móvil a Kris y a Luna, porque al otro lado estaba su novio; y ellas tuvieron una extraña conversación. Una de las chicas era francesa y parecía un solete. Le contó a Luna que había estado en Barna tocando el violín en la calle y que la policía les había echado y habían acabado tocando en una casa okupa. Cuando el alcohol empezó ya a subir y subir y éstas ya no podían mantener sus piernas quietas, bajamos al irlandés, donde estaba tocando un grupo en directo. Pero nada de música irlandesa, nooo... tocaban muy bien, y en su mayoría era rock & roll.

    Había también una máquina, y pusimos algunas canciones, pero cuando el grupo tocaba la cortaban; y si no era música sesentera la censuraban (si lo sabré yo, que me cortaron a fat boy slim y a chemical). Hacía un calor ahí dentro infernal, y nos agarramos una buena sudada. Como anécdota: decir que dio igual la hora y la borrachera de la gente: los báteres de tías no estaban meados y había papel en todo momento. Es un flipe, en todos los báteres que entramos, sean de bares, o sean públicos... ¡¡la gente no mea fuera!! ¿por qué aquí sí? Bueno, al grano... llegado cierto punto un brasileño cerdo comenzó a entrarnos de mala manera y le tocó el culo a Luna. Charlie, que por cierto, se descojonaba cada vez que nos miraba, acabó soltándole un "fuck off" con el que el tipo ya se alejó un poco. Manda cojones que si no lo dice un tío no haya tu tía, ¡¡coño!! Estas además visualizaron a un supuesto tío buenorro (no estaba mal, pero a mí no me parecía para tanto). Finalmente, a eso de las 2 de la mañana, nos botaron del bar y como Kris tenía hambre nos fuimos a un kebab que tenía la música a tope en la Queen Street (esas incongruencias de la vida: este kebab no tenía horario de cierre). Luego compramos nuestro desayuno en una tienda de 24 horas y un uruguayo chorra nos llamó flacas y se pensaba que no sabíamos donde estaba Uruguay. Bueno, fin de la noche. Nos acostamos a eso de las tres de la mañana y nos dormimos como perras agotadas.

Tras cinco horas de sueño maravilloso en un colchón durito y cómodo, el puto despertador sonó y las tres, como pollos sin cabeza, hicimos cositas previas a nuestra huída. Usease, duchita, desayuno y al parking. Teníamos pagado hasta las 9 de la mañana y yo bajé la primera a las 9.15. Ví a un tipo salir de la vera de Lola y montarse en una grúa y pensé... ¡uy, menos mal! Craso error, ticket en parabrisas y... ¡,multa! ¡65$! ¡Ja, ja! Y una mierda... Empezó mal la mañana, si señor. Krispula quería pillarse una mochila, yo mirar unos discos para mi hermano y Luna quería llamar a su madre, así que nos paramos en la Queen en un sitio en donde sólo se podía parar 15 minutos y al lado de unas cabinas y nos lanzamos a la carrera. Los discos ni de coña, pero Kris pilló su mochila y yo opté por llamar a mi madre por aprovechar el tiempo mientras éstas me esperaban con Lola. Cuenta Kris que de repente apareció un tipo de barbas que miró a Lola frunciendo el ceño; ante lo cual Kris acudió presta a preguntarle que pasaba temiéndose lo peor. El tipo resultó ser el fantasma de un vigilante de la OTA que contestó.. "lleváis 14 minutos". Krispula me vino a buscar, corté la comunicación, y volvimos a Lola. El fantasma ya se había evaporado, pero decidimos irnos.

Opción del día: el museo de Auckland. Charlie nos dijo el día anterior que podíamos aparcar gratis a Lola en Parnell e ir caminando al museo, que estaría a unos 10 minutos. Volvió nuestra desorientación, y éramos incapaces de encontrar el camino a Parnell, con lo cual dimos un par de vueltillas por la zona de la universidad. Ya completamente estresadas y con urgente necesidad de café, en cuanto encontramos Parnell aparcamos en la calle principal (con OTA de mierda, claro) y cayeron tres cafés bien cargaditos. Como la OTA duraba una hora, nos movimos y tratamos de acercarnos mas al museo, y no sabemos muy bien como, encontramos un sitio gratuito donde aparcarnos. ¡¡bieeeen!! algo nos salió bien. Según entramos nos dijeron que iba a empezar el Haka y claro, pagamos (10 o 15$, no recuerdo) y entramos. Me explico: no habíamos visto en ningún momento un haka porque el pagar por ver algo así te hace sentirte una guiri de mierda, y encima no puedes saber si esa escenificación es o no para guiris. El hecho es que Kathryn nos dijo que sus amigos maoríes pensaban que era bastante realista, así que esta vez decidimos pagarlo y verlo. No era solo el Haka, empleaban distintos instrumentos como el Purorohu, que era una pieza de madera atada a una cuerda que giraba a distintas velocidades y emitía un ruido muy particular. También cantaron, hicieron el juego de los palos, mostraron distintas armas y formas de ataque, y por supuesto hicieron el haka, con las lenguas fuera y los ojos desorbitados.

     Una vez terminada la exhibición vimos un poco la galería y aprendimos vocabulario, visitamos la tienda de souvenirs y acabé comprándome un CD. Ya apretaba el hambre, así que volvimos a la calle principal de Parnell a un italiano donde comimos unos deliciosos sandwiches de Pan tostado con aceite de oliva y salmón y analizamos le mapa para poder salir de esa ciudad infernal. Visto ya el este y el oeste de Auckland, como zona costera nos faltaba el norte, así que optamos por ir a la península de Whangarapahoa, aunque nos liamos un poco una vez en ruta. Y es que había que coger la 1 norte, pero entramos por la 16 oeste. Cuando conseguimos salir de ésta para enganchar la 1 norte, (en hora punta, todo tráfico, nos costó un huevo); volvimos a meternos otra vez a las 16 oeste, con un ataque de risa indecente por nuestra inutilidad. Vamos, que yo lloraba y no veía nada, para habernos matao. Luego nos liamos un poquito y fuimos a parar a Orewa, a un merendero desde donde podíamos ver la península para no perdernos.

 

    Andaba medio lloviendo todo el rato; y optamos por ir buscando un lugar donde sobar. La primera playa, al norte de la península, era la Red Beach, y allí que nos fuimos. Luna incluso se dio un baño y pronto descubrimos que había bichos a saco cuando empezaron a picar todos a Kris. Nos fuimos al súper a pillar el desayuno del día siguiente y a avisar a Iñigo y familia de que íbamos a cenar al día siguiente (es lo que tiene el autoinvitarse, al menos tuvimos la consideración de avisar). Eso sí, cocinábamos nosotras. Al volver a la red beach descubrimos que era a partes iguales picadero y lugar de borrachera de adolescentes, y  a Kris la entró el decoro y no se atrevía a mear a la intemperie. Finalmente fuimos quedándonos solas y nos quedamos dormidas agotadas, porque la verdad es que vaya diíta de marras.

    Al día siguiente a las 8 de la mañana ya había gente caminando en torno a Lola, así que mear en la calle quedó descartado. Nos fuimos a una gasolinera cercana con la vejiga a punto de reventar. Luego, una vez evacuadas y más tranquilas, nos adentramos en la península y fuimos a una playita, Matakatia bay, con un pirulo volcánico, desde la que se veía Auckland a lo lejos. Se veían también veleros con velas de colores brillantes, y Luna estuvo babeando un ratillo. Luego seguimos la carretera hasta el final, y llegamos al Shakespear Regional Park. Pese a que la carretera seguía, debía haber alguna base militar, porque según aparcamos encontramos a un grupo de ellos reunidos, con ropa de camuflaje, que aventuramos que estaban buscando su huevo de Pascua. Nos preguntaron a ver si íbamos a hacer un picnic, que salados ellos. Estuvimos allí tiradas charlando y el sol empezó a apretar, así que Luna y yo optamos por darnos un baño. El agua estaba maravillosa. En un momento que me quedé luego sola en el pareo dos asiáticos vinieron a preguntarme: "¿army bay?, ¿army bay?" y digo yo, teniendo a los militares ahí al lado.. ¿qué coño vienen a pasarme a mí de vueltas?

    Cuando nos aburrimos y nos entró el hambre, optamos por ir al pueblito a comer algo, pero como siempre, fuimos a una hora demasiado intempestiva y todo estaba cerrado. Y mira que lo intentamos en un Thai y en un italiano, pero al final el único sitio que nos daba de comer era el "Sangría", tócate los pies, un bar español que ponía tapas. La chica que servía era brasileña, y estaba aprendiendo castellano en la universidad de Massey. El tema es que analizando la carta optamos por tres hamburguesas llamadas, palabra por palabra, "samba" (que era de pollo y mermelada y remolacha y sabía dulce, que era la mía); "matador" (con carne, una seta gigante, impresionante, era la de Kris) y "pescadora" (con merluza casi no rebozada, para variar, de Luna). El tamaño, como diría el argentino, ENORME, DESMESURADO. Vamos, que nos enganchamos un empacho impresionante, se nos bajó toda la sangre al estómago, y luego no encontrábamos la carretera que nos sacaba de la península. Recorrimos todas las posibles salidas de una rotonda y, evidentemente, por Murphy, el último intento fue el bueno.

    Cuando llegamos a Papakura dábamos bastante asquito: fuimos al súper a comprar nuestros víveres y nos fuimos a la casa. En aquel momento sólo estaban Iñigo y los críos, aunque éstos andaban jugando en un lado y en otro. Además, los dos andaban con catarro, si bien era Taani el que tenía bastante tos y estaba mas pachuchillo. El menú a elaborar era: entrante de salmón con brie, nada problemático; de primer plato una cremita de verduras, más verde que naranja (ja, ja, receta de Kris); y de segundo pollo con champis. Ah, y de postre tarta helada contessa, si bien Pepe abuelo había dejado preparada Leche frita, que también nos comimos. Momentos de hilaridad: contábamos con una batidora para hacer la crema, pero resultó que era uno de estos aparatos cerrados que sirven para hacer gazpacho. Claro, nos comentaron que si echas algo caliente ahí dentro, hay un momento de expulsión tipo lava de volcán; y como las verduras estaban recién cocidas tuvimos que ir enfriándolas en el jardín. Respecto al pollo, la cazuela era demasiado grande para el fogón pero demasiado pequeña para todo el pollo que habíamos comprado. Bueno, pues cuando ya conseguimos hacer todo y cenamos, dice Kris algo así como: "Joder, la cocina más difícil de mi vida. Entre el cacharro que no batía y el fuego enano ese..." ante lo cual Iñigo se empezó a tronchar de la risa y decía "vale, ya se que la cocina es una mierda, pero que vengáis a decírmelo unas invitadas" risas, claro.. hubo más momentos míticos, uno creo recordar que relacionado con el hecho de si el culo de Jennifer López podía o no romperse. Pero bueno, la family estaba cansadita, así que todos nos fuimos a dormir como angelotes...

    Y bueno, llega el día de las despedidas... que día aciago.... fue despedida global. Por un lado Luna, que se largaba rumbo a Brisbane; y por otro lado de Pepe, Iñigo, Fátima... por cuya casa ya no volveríamos a pasar. Nos despedimos todos y evidentemente se nos hizo un poco tarde, por no hablar de que enfilamos la carretera que llevaba a la autopista del revés y menos mal que nos idmos cuenta para corregir nuestro rumbo. Y así fuimos al aeropuerto internaiconal de Auckland, lo cual nos hizo también mas conscientes de nuestra marcha una semana mas tarde. A Luna le pasó una historia bastante surrealista. me explico: la dejamos con sus bártulos en la entrada y nos fuimos al parking a dejar el coche. Al volver, no había facturado y tenía un papel con una oferta bastante curiosa: si en vez de irse ese día se iba al siguiente, la pagaban 1580 euros + desplazamiento a un hotel+noche en el hotel. La compañía era la Brunei y nos tomamos las tres un capucchino invitadas por el sultán. Fue a decirles que sí, pero es que encima tenías que estar esperando hasta el último momento, así que en un momento dado nos fuimos. Luego nos contaría por correo que al final sí que se fue ese día, pero que el avión había salido con retraso por tener que esperarla a ella por alguna imprecisión de su visado (que si venía el número del DNI y no el del pasaporte).Vamos, que pobre mujer, que estrés...

    Nosotras, plenamente compungidas ya, salimos del parking y nos encaminamos a Hamilton. Llevábamos una semana sin escribir correos, así que aprovechamos allí para parar a descansar, comernos un sandwich, escribir correos y tó. Mira que hemos pasado veces rondando Hamilton, pero nunca habíamos entrado en ella. Era más grande de lo que pensaba, y con nuestro rollete naturista antiurbano no nos apasionó. Y entonces ya nos fuimos a Raglan, que no estaba muy lejos de allí.

Pasar a la siguiente página

Tercera y última visita a Auckland

    Había cierto atasco en algunos tramos, pero la operación retorno de Semana Santa no era tan grave como habíamos esperado. Primeramente, paramos a comer en un pequeño pueblo fantasma. Luego ya nos dirigimos al aeropuerto, donde hicimos trapicheos varios para meter la bolsa de Pepe lo mas cargada posible; y cuando nos aclaramos, dejamos todos nuestros bultos en consigna para poder olvidarnos de ellos al día siguiente. Y así llegamos a Auckland, de nuevo al Queen Backpackers, donde nos despedimos de Pepe y de Lola con gran dolor de corazón. En la puerta de ese hotel encontramos a un tipo de Barna que también se largaba al día siguiente; pero no hablamos mucho con él porque en realidad estaba en el albergue de al lado.

 

    Seguía el mismo tipo encantador en la recepción del albergue y, tras pillarnos las dos camas, nos fuimos a cenar algo a un restaurante cercano; donde me comí mi último filete de carne neozelandesa con salsa de txampis. De ahí a la habita con cuatro tíos que fueron apareciendo poco a poco. Yo estuve un ratito leyendo y fumando abajo para hacer sueño, y luego también me fui a sobar.

    Al día siguiente, no hay mucho que contar. Nos levantamos a las 7.15 de la mañana para ducharnos (muchas horas de retorno nos esperaban sin ducha posible); tomamos un ligero desayuno, y pagamos 25$ por un taxi para las dos (el billete de bus costaba 15$, así que el taxi era hasta más barato). Llegamos con tiempo de sobra, conseguimos facturar gratis diez kilos de más sin que nos cobraran; y descubrí que no puede fumarse en ningún espacio del aeropuerto de Auckland, así que cuando facturas estás jodida. Nuestra foto de despedida refleja claramente nuestro estado de ánimo. Y así comienza el periplo de vuelta y finaliza este viaje que tantas alegrías nos ha reportado, ja, ja..

 

FIN DEL VIAJE!!