Llegamos a Florencia cerca del mediodía. Una ciudad de cuento.. tal vez la única que vimos en la que la gente no conducía como loca. Apenas suenan los claxon en este lugar. Bueno, perdón. Esta noche es la final del mundial del fútbol. De vez en cuando pasa un coche lleno de hinchas italianos dándole a la bocina.

Nos colamos en el autobús (la madre no sabía donde meterse) y conseguimos bajarnos relativamente cerca de nuestro hotel. Tras dejar los bártulos, nos fuimos a comer una rica pizza (la mía tenía un huevito frito en el centro, que guapo) por un módico precio y comenzamos nuestra andadura.

El primer día caminamos hacia la piazza de la Signoria: una pasada. Allí se erige el Palacio Vecchio y, bajo un tejado, varias esculturas tremendas. Optamos por entrar allí a la Galería Ufizzi. Allí, por ejemplo, están, entre otros muchos, los cuadros que he metido abajo. El que más me gusta: el nacimiento de Venus.

De ahí, al ponte Vecchio. Y ya, agotadas de las caminatas, nos retiramos.

El segundo día fue igual de intenso. Nos dedicamos primero al Duomo. Yo osé incluso trepar los 463 escalones que te llevan a la cúpula: flipé con las cúpula de Brunelleschi y con las vistas de la ciudad. Luego, tras visitar el baptisterio, donde entre otros recibió bautismo Dante; nos encaminamos al palacio Vecchio; y tuvimos la fortuna de que nos tocara la visita en castellano. Allí nos contaron un poco el auge de la ciudad bajo el auspicio de Cosme I de Médicis, el primero de la estirpe. Por último, nos encaminamos a Santa Croce, que alberga las tumbas de los florentinos más ilustres: entre otros, Dante, Miguel Angel, Maquiavelo o Galileo Galilei.

PIAZZA DELLA SIGNORIA:

PALACIO VECCHIO