Primera Parada: Alburquerque

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Cuentan las crónicas que Alfonso IV, rey de Portugal, solicitó la mano de Constanza, hija del infante Don Manuel, para su hijo Don Pedro. Constanza nombró primera dama a su prima, Inés de Castro, con la cual tenía una excelente relación, para que la acompañara en tan duro viaje. La boda se efectuó por poderes, de modo que el matrimonio ya era efectivo antes de que los esposos se conocieran.

Una vez allí, el futuro rey de Portugal, al abrazar por primera vez a su esposa, clavó sus ojos en los de Inés. Conocedor de la ilusión que su pueblo sostenía con la futura soberana, el monarca ignoró sus sentimientos y cumplió durante semanas con su deber conyugal. Sin embargo, lo que tenía que pasar pasó y, finalmente, Pedro e Inés se convirtieron en amantes. Incluso Constanza lo sabía, y no les culpaba por la irresistible pasión que ambos sufrían. La infeliz esposa tuvo tres hijos, pero murió en su tercer parto. El príncipe lloró con sinceridad a su esposa pero, ya libre, decvidió casarse con la que era el amor de su vida. Por expreso deseo de Inés, decidieron hacerlo en la clandestinidad, ya que las ideas políticas de la familia de Castro podrían traer problemas al reino de Porgugal, y nos ería aceptada tal unión en la corte.

En Alburquerque se casaron y vivieron durante años, incluso engendraron cuatro hijos. El 7 de enero de 1355, mientras Pedro se iba de cacería, su padre envió a sus consejeros para que dieran muerte a Doña Inés. Loco de rabia e ira, Pedro descubrió el origen de ese cruel asesinato y, sediento de venganza, hizo la guerra a su propio padre hasta la muerte de éste.

Ya como rey de Portugal, Pedro mandó colgar en la plaza del pueblo a los tres ejecutores de la matanza y les arrancó el corazón en vida. Después, ordenó que exhumaran el cuerpo de su amada y exigió que se la vistiese con las galas de coronación real, incluidas las joyas. El soberano la sentó en el trono junto a él y rodeó el cuerpo de Inés con numerosas vasijas donde ardían perfumes exóticos destinados a disimular el olor a muerte que desprendía, y mandó que cubriesen la figura de la reina con un velo negro, que sin embargo no alcanzaba a ocultar las facciones de lo que ya no era una mujer.

No contento con ello, y aunque el hechos igue envuelto en brumas de leyenda, el Rey obligó a los dignatarios de la corte a rendirle pleitesía - besar la mano - como si se tratase de una reina viva recién coronada.

Estas son las celebraciones de la Feria Medieval de Alburquerque

 

En casa de Juanan

 

En las casetas, comiendo un rico jamón ibérico

 

¡¡Y llega Pabliño!!

 

¡¡Y llegan las valencianas y el de Olot!!

Cenita en casa..

Al loro con las bolas del obispo, que siempre acaban convirtiéndose en cardenales..

Acabada la feria, en el pantano de Alzagala.

 

Y aquí el campo extremeño, repleto de alcornoques y puerquillos negrosss...

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