Llegamos al lago Bled a primera hora de la tarde, y nos fuimos a reconocer el terreno y a encontrar la oficina de tursmo. Mas arde, al pedir un café, la piccola pudo practicar sus habilidades de gato de Shrek con la camarera, ante la sorpresa de sus compañeros furgoneteros, que desconocían su peligrosa arma. Con un calor tremendo, nos fuimos a un embarcadero donde no vimos carteles de prohibición y nos dimos un bañazo. Eso sí, Karli sufrió un corte en el dedo por hacer el mal. Me explico: trató de hacerme una ahogadilla, y cuando me defendí y se la hice yo a él, pegó una patada a una piedra. Esto sería determinante para las excursiones posteriores, aunque ya lo explicaré.
Al salir del agua, se nos unieron un grupo de cordobeses que andaba por allí de trekking.
Esa noche nos fuimos a dormir al parking de la subida al Triglav. Allí, parte de la cuadrilla subiría al monte, y otra parte nos iríamos a ver la garganta de Vintgar.