Y así, tras tremenda paliza conductora, conseguimos llegar a Lleida: más concretamente al valle de Arán. Como Karli conocía unas termas naturales al aire libre, qué mejor lugar para descansar antes de hacer el duro retorno definitivo.

Eso sí: el viaje largo, largo. Salimos a las 7.30 de la tarde de desenzano, en el lago Di Garda; y aproximadamente a las 13.00 horas del día siguiente llegamos a Lleida. En medio, un accidente en la autopista que hizo que estuviéramos media hora parados. Luego nos hicieron dar la vuelta y tuvimos que buscar otra manera de superar Marsella (fue a su altura). A todo ésto Karli todo dormido con el mapa en las rodillas, la piccola toda dormida mirando carteles, y yo toda dormida conduciendo. Pero olé por el Karli, que nos consiguió conducir de nuevo por el camino correcto. Después, más adelante, también nos confundimos y tiramos hacia Avignon en vez de hacerlo hacia Toulouse; y de repente empezamos a ver el mar a nuestra izquierda cuando lo que debíamos ver eran los Pirineos. Pero bueno, al final llegamos.

En Les descubirmos un mirador impresionante en donde comimos y luego estuvimos de cervbezas con un amigo punky de Karli. ESo sí, por la choche, ahí solitos, en bolas y viendo las estrellas, nos dimos un baño sulfuroso antes de dormir plácidamente en nuestra furgoneta, aparcada al lado.

Al día siguiente, yo ya no me animé a meterme a los sulfuros de nuevo, pero éstos sí...