Lompoul Sur Mer |
Aquel domingo madrugamos y nos fuimos a la estación de autobuses de Saint Louis. Teníamos claro que la intención era coger un sette place, no un autobús; pero acabamos en una furgoneta llena de gente que iba rumbo a Dakar. La cosa es que Kevemer estaba a mitad de camino, y en nuestro billete lo ponía. Es mas, vimos en un momento dado un cartel en el que ponía Kevemer, pero como no vimos pueblo pues pensamos que también era una comarca, o región, o algo así. El hecho es que de repente en un cartel puso Thies y ya nos entró el ataque de nervios, proque nos habíamos pasado completamente el lugar. Conseguimos parar la furgoneta y el conductor y dos tipos mas se pusieron a hablar con gente que estaba en la carretera. Nos pidieron los billetes, en los que ponía Kevemer, y seguían discutiendo entre ellos. Todo esto en wolof y en francés, claro, así que no nos coscábamos de nada. La cosa es que no sabemos como nos metieron en un Sette place en sentido contrario, y el tipo nos cogió los billetes pero no nos cobró nada, así que supongo que luego echarían cuentas entre ellos. De camino cogió a un anciano, pero también le dejó antes que a nosotros. Al fin conseguimos llegar a Kevemer y, en la gasolinera, nos estaban esperando Ndoumbe y Koro (a saber como se escriben los nombres) con un taxista. Cargamos nuestros bártulos y llegamos a Loumpoul Sur Mer, al campamento Patel. Nos presentaron al resto de la familia: tenían también una hermana pequeña de la que no recuerdo el nombre y el padre (Ibrá) y la madre. Ibrá hablaba inglés y Mdoumbe algo de español, lo suficiente para conseguir entender algo (¡¡al fin!! ¡¡qué gusto da!!). Nos tomamos una cerveza, comimos, y nos dimos un paseo hacia la playa. La verdad es que la playa se parecía a la de pescadores de Saint Louis: llena de canoas y de restos de peces. Vamos, que no era un lugar muy guay para bañarse o tomar el sol; pero sí para dar un paseo. Todo el mundo nos miraba: se notaba que éramos los únicos guiris de la zona. Por la noche, Ndoumbe nos estuvo dando unas clases de Wolof y Javi anotó una buena chuleta para defendernos en el futuro. Yo personalmente sólo me acuerdo de "Yereyef" (gracias) y "Ñoko boko" (de nada). Abajo están las tres hermanas: De izquierda a derecha Ndoumbe, Koro y la hermana pequeña. |
El lunes no fue mucho mas movido: allí sólo estaban los pescadores, el pueblillo y el campamento Patel. La atracción turística de la zona era el desierto de Loumpoul: un desierto artificial al que le habían puesto haimas y que emulaba el desierto no se si de Argelia o de Marruecos. La cosa es que esa actividad no nos interesaba ni lo mas mínimo, así que por la mañana nos fuimos al mercado a acompañar a Ndoumbe a las compras. Luego volvimos a comer y nos pegamos unas siestas apoteósicas. De cuando en cuando salíamos a echar un cigarrillo y a hablar un rato con la familia, pero no hicimos gran cosa. El campamento tenía su cosa: las cabañas eran simplemente una cama montada sobre tumbonas de playa. Luego tenían una zona cubierta con varias mesas y en la que tenían una televisión: no había electricidad pero por la noche encendían un generador y venía gente del pueblo a ver combates de lucha o episodios de Colombo. Tampoco había agua corriente: tenían un pozo y unas letrinas con un cubo de agua para pasar lo que allí hubiera. Respecto a la comida, comimos un par de paellas buenísimas, pero la última noche nos hicieron unos huevos duros rebozados con una masa super guarri para mi gusto que yo no me comí. Luego Javi me contó que había visto que las espinas del pescado de la mañana las habían machacado para hacer una pasta que fue con lo que rebozaron los huevos. A mí la verdad no me supo nada buena. Además, al final el padre, Ibrá, también se aprovechó del rollo de ser unos guiris. Al llegar confirmé el precio de la pensión completa y le pagué todo el dinero de los dos días, pero cuando ya nos íbamos a ir se inventó que le debíamos más dinero: eso sí, no nos lo dijo personalmente. Mandó a Ndoumbe a que nos lo dijera, y mi sensación fue que ella estaba tremendamente cortada. Pero bueno, decidimos pagarle el dinero y pasar de malos rollos; aunque quedamos bastante decepcionados. Abajo, el atardecer y el amanecer en el campamento... |
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Y llegó el martes, día de nuestro ferry en Dakar. Nos enteramos de que en un pueblo por el que teníamos que pasar había una fiesta religiosa multitudinaria, y por eso intentamos madrugar lo más posible, para no comernos todo el atasco. El hecho fue que Ndoumbe nos acompañó a un taxi para ir a Kevemer (que nos tangó para no variar, debía habernos cobrado 1.400 cefas y nos cobró 2.000 con la excusa de que iba a buscar cambios, pero nunca volvió); Allí nos cogimos una especie de microbús petado de gente que paró en el pueblo de la fiesta religiosa y donde se bajó casi todo el mundo; y luego estuvimos esperando a que nueva gente se montara para seguir rumbo a Dakar. Flipamos luego porque realmente había un atasco impresionante para llegar al festejo religioso, pero la suerte es que afectaba a los que iban de Dakar hacia allí, no a nosotros. Nuestra furgoneta llegó a Dakar, pero no nos llevó a la estación de autobuses. Allí de nuevo vimos cómo todo siempre se puede apañar. Creemos que nos dejó allí porque éramos los únicos pasajeros del microbús que queríamos ir más adelante, así que nuestro chófer intentó colocarnos en un taxi (que nos clavaba 2.000 cefas por llevarnos) y como no quisimos, paró a otro autobús petado de gente, habló con él, nos puso unas monedas en la mano y nos dijo que con eso le pagáramos, que así nos llevarían a Dakar centro, y básicamente fue así. Como anécdota decir que al bajar del bus vimos que en el techo, con nuestras mochilas, llevaban un par de ovejas. y un mogollonazo de neumáticos. |
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